El año de la pandemia por COVID, ha cambiado muchas cosas, pero no me ha librado del hecho de cumplir 25... otra vez.
Este año hemos visto lo poco preparados que estamos para estar encerrados y hacer caso a las autoridades que, queremos creer que saben lo que hacen aunque nos demuestren una y otra vez que eso no es del todo cierto.
Lo cierto es que este año, por los avances electrónicos y la evolución de los medios de comunicación; no solo mi hijo (junto con miles de otros chicos y no tan chicos en el mundo) ha podido continuar su educación sin salir de casa. Yo he me he "reconectado" con amigos, que por la distancia física no había visto en muchos tiempo, algunos pasaron años en el silencio de nuestra ocupadas vidas, otros me siguen solo por redes electrónicas, pero no habíamos tenido contacto real en mucho tiempo.
En medio de la euforia de las video llamadas, y las reuniones en línea, nos juntamos algunos compañeros de los tiempos de la universidad. ¡Wow! que día genial cuando, luego de unos cuantos baches tecnológicos, pude ver y escuchar a personas que, evidentemente, han marcado de alguna forma mi paso por esta vida. Llegamos al punto de vernos cada 15 días... y debo decir que fue un gusto... claro, ya luego nuestras vidas se volvieron a inmiscuir en el camino y no nos permitieron el mismo quorum, pero ha sido divertido y vivificante.
En una de esas reuniones, entre los recuerdos y las actualizaciones, alguien sugirió hablar de "amores imposibles" o que nunca llegaron a concretarse, pero que habían estado ahí. Pero entonces, una de mis amigas dijo algo como: ¿para que volver al memory lane? ¿Qué sentido tiene confesarnos aquí si tuvimos un 'crush' con alguien y si ese alguien no nos peló? Claro, entiendo perfecto la sugerencia de "revivir" esas cenizas pero también el sinsentido de hacerlo. ¿Para qué? Claro, estoy segura que al final del día (O de la noche, porque nos pasamos mas de 4 horas en la llamada) más de uno de los asistentes nos fuimos a nuestro propio recorrido por el memory lane. Tal vez solos, tal vez acompañados ahora, solo preguntándonos si debimos haber hecho mas por ese amor de universidad, o si en verdad, lo mejor halla sido dejarlo morir.
El punto es que, hay cosas que vale la pena recordar y trabajar para mantener vivas. Nuestra amistad, a pesar de los 25 años que han pasado con sus nuevas compañías, con los hijos, con los trabajos y las carreras que algunas veces no han sido 'compatibles' entre si, con los soundtracks de nuestras vidas, tan diversos. Ha valido la pena reencontrarlos y reconocerlos. Esos jóvenes y chicas que nos comíamos el mundo de una mordida, o nos lo pasábamos en un trago, encontrarlos de nuevo en los ojos de estos hombres y mujeres, padres y madres de familia, algunos abuelos, otros solteros. Todos, parte fundamental de lo que somos HOY unos y otros.
Gracias por se parte de este recorrido... por ser parte de los primeros 25, y ahora de la segunda vuelta. Que emoción ser testigo de donde están y cómo están. Por acompañarnos en esta aventura, con COVID y todo. Gracias por las risas, el baile, las noches de estudio (sí, a veces estudiaba), las notas, las fotos, los viajes. La vida vivida y la vida por vivir. Gracias.
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